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El cuidado de la boca en los perros

El tener macotas no sólo significa alimentar, pasear y disfrutar de momentos de juego y ocio en general, significa observarles; observar su comportamiento, observarles físicamente, hacerles periódicamente su higiene; peinarlos, cepillarlos, limpiarles los ojos, las orejas, revisarles las patas, los dedos al subir de la calle, revisar los dientes, la boca en general…. Todos estos pasos rutinarios dan muchísima información al veterinario en caso de haber algún problema.

El cuidado bucal
Estar atentos

El abrir la boca del cachorro de perro o gato desde el principio facilita después tareas como cepillado de dientes, administración de fármacos, control del cambio de dentición… Como siempre, insistimos en que la observación de la mascota es fundamental para su salud.

Cuando un perro o gato tose, regurgita comida, vomita ya sean babas o alimento o tiene nauseas, podemos encontrarnos frente a un caso de faringitis. A veces, la única manifestación del animal es la pica o malacia o apetito depravado: alteran su comportamiento digestivo y empiezan a comer cosas inusuales, como piedras o plantas, o comienzan a lamer el suelo, paredes o superficies lisas y frías como las piezas sanitarias del cuarto de baño. Muchas veces parece, en los episodios de tos insistente, que el perro o gato se haya tragado algo y quiere, mediante la tos, tirarlo.

El veterinario inspeccionará de forma detallada la cavidad faríngea. Se puede realizar en muchos casos sin anestesia. Si la mascota colabora, la labor es relativamente sencilla. Al abrir la boca pueden verse las amígdalas en sus criptas, la lengua, las encías, el paladar blando, etc. Si el animal no colabora, está nervioso o tiene dolor, el veterinario tendrá que calmarlo para poder inspeccionar correctamente la boca del animal.

La auscultación es otro medio de diagnóstico sencillo y no traumático.

Las radiografías dan al veterinario mucha información sobre las vías aéreas superiores. Se puede ver, entre otras cosas, cuerpos extraños radiopacos y se puede actuar sobre ellos mediante endoscopia o cirugía convencional. Son casi innumerables los objetos que un perro o un gato pueden ingerir: piedras de todos los tamaños, huesos, hilos seguidos de su correspondiente aguja, sobre todo en gatos, etc.

También pueden encontrarse masas anormales en la cavidad faríngea y la misión del veterinario es diagnosticar la masa y ponerle tratamiento, ya sea médico o quirúrgico.

Pero, posiblemente, en la mayoría de casos nos encontraremos frente a una simple faringitis.

Los cambios de temperatura en un mismo día, las corrientes de aire, el dormir en todas las partes de la casa menos en el lugar dedicado para ello, el beber agua o tomar alimentos fríos, no secarse bien después de un baño... todas estas situaciones pueden causar una afección respiratoria de las vías altas. Tosen, estornudan, regurgitan comida, su ladrido o maullido se vuelve afónico...

Pero hay tratamiento para ello. El veterinario, una vez diagnosticado el proceso, procederá a prescribir un antibiótico y un anti-inflamatorio; en ocasiones se debe recurrir a anti-tusígenos, mucolíticos o incluso vitaminas y estimulantes del apetito. El perro o gato con faringitis frecuentemente acude al comedero y hace el gesto de comer pero no lo hace; parece tener hambre pero no come: le duele la garganta.

El tratamiento puede administrarse en inyectables o vía oral. El profesional y la facilidad de manejo del animal determinarán el que sea de una forma u otra. En ningún caso, de todas formas, debemos administrarles tratamientos que han recibido otras mascotas de amigos o vecinos, aunque a ellos se lo haya recetado un veterinario. Hay que entender que cada caso es distinto, aunque aparentemente tengan los mismos síntomas. Ni debemos automedicarnos nosotros sin pasar por el médico ni debemos medicarlos a ellos sin pasar por el veterinario.

Y, tras dedicarnos a la cavidad faríngea, hablaremos en esta última parte del artículo de los dientes.

El advertir cómo la placa de sarro va apoderándose de los dientes y muelas, el ver las encías enrojecidas, el notar si sangran las encías, el saber cómo es la saliva que tienen en la comisura de los labios, si la hay...eso es lo que tiene que ver el dueño. La traducción de la mascota de muchos de estos problemas puede ser únicamente el no querer comer. Y la traducción del veterinario puede ser algo muy grave.

Hay masas anormales en la boca, sobre las encías, que no necesariamente son malignas. La dificultad al masticar, el posible dolor al mover la mandíbula, el leve sangrado en caso del que el perro o gato se muerda sin querer... todo ello es justificación para acudir inmediatamente al veterinario. El aconsejará si se debe extirpar y analizar, si se debe controlar el crecimiento de esa masa, si, aparentemente, el pronóstico es reservado y deben realizarse pruebas complementarias como radiografías, ecografías, hemograma, etc, antes de, o además de, la cirugía...

Posibles cuerpos extraños alojados entre los dientes o en las encías también son causa de molestias y dolor para el animal, y el dueño debe acudir a la consulta veterinaria. Cuerpos extraños como, por ejemplo, huesos , espigas del campo, esquirlas de madera, trozos de caucho de algún juguete, alguna pieza de plástico. Es casi innumerable el tipo de objetos que se pueden encontrar en la boca de un perro o gato. El veterinario deberá extraerlos con o sin sedación, según el objeto y según el lugar donde se ha alojado y también según la respuesta al dolor y a la manipulación del animal en cuestión. Habrá un tratamiento posterior y recomendaciones al dueño para evitar otro “accidente” de este tipo.

El control de los dientes es primordial en la salud de nuestras mascotas. Por una parte está la prevención de la aparición de la temida placa de sarro y por otra, la eliminación de dicha placa si no se ha podido corregir anteriormente.

Hay elementos que ayudan al dueño a “limpiar los dientes”. Existen cepillos especiales para aplicar pastas de dientes, también especiales, y retrasar en la medida de lo posible la aparición del sarro en perros y gatos. Por descontado, el animal debe colaborar y para ello debemos acostumbrarlo desde cachorro a manipularle la boca. También existen en el mercado galletas, sticks con diversas formas, texturas y sabores que ayudan, al morder y jugar con ellos, a que no se depositen restos de comida en la unión entre los dientes y las encías. Y, por último, los piensos especiales que, mediante su acción mecánica, la textura de la bola, y su acción química, con componentes que limitan la formación de sarro, retrasan asimismo la aparición del sarro.

El sarro es un riesgo potencial de infección sistémica, es decir, puede afectar a sistemas tan alejados y distintos de la cavidad bucal como el corazón, hígado, articulaciones, etc.

Mª José Castejón Domper
Grupo Nexo

Fuente: http://www.veterinariovalencia.com

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